Nunca había oído hablar de Displasia de Cadera hasta que mi traumatólogo lo mencionó por primera vez mientras observaba la radiografía de mis caderas, añadiendo que lo que necesitaba era una prótesis total de cadera.
Me quedé pálida cuando escuché esas palabras: operación de prótesis total de cadera o artroplastia total de cadera. No podía dar crédito que de repente necesitaba una operación típica de gente más mayor. Era finales de marzo de 2018, lo cual quería decir que me habían estado tratando de acuerdo a un diagnóstico incorrecto durante al menos 3 años. Por esas fechas, yo tenía 53 años, pero apenas podía ya caminar y estaba de baja desde principios de febrero debido a una lumbalgia que había limitado todos mis movimientos y me tenía con un dolor constante.
Mi aventura empezó con un poco de dolor en mi cadera derecha, que se pasaría a base de antiinflamatorios y fisioterapia. Según pasaba el tiempo, el dolor iba a más y dejé de practicar algunos deportes como pádel, aqua-gym, ciclismo y más adelante, hasta andar resultaba difícil. Fui a distintos traumatólogos y el diagnóstico era más o menos el mismo: una “-itis” o inflamación de la zona de la cadera, ya fuese de la bursa, del trocánter, etc. Lo único que yo tenía claro es que había algo mal, pero ¿qué?
El 4 de febrero de 2018 no pude levantarme de la cama debido a un fuerte dolor lumbar y un dolor de ciática en mi pierna derecha. Los médicos se centraron en el tratamiento de mi espalda. Tenía tanto dolor que probé hasta medicina china y me trataron con acupuntura. Después de un mes, pensé que igual podía tener relación con mi cadera y convencí a los médicos para que mirasen mis caderas. Las resonancias magnéticas indicaron que tenía osteoartrosis en la cadera derecha, pero no me hicieron ninguna radiografía hasta que visité al traumatólogo que me había estado tratando de la cadera durante 2 años. Cuando regresé a por los resultados, era el 20 de marzo de 2018, casi 2 meses más tarde, y ese día fui consciente de que tenía displasia en ambas caderas, y que necesitaba una cadera nueva: una artroplastia total de cadera. El médico me dijo que había nacido con displasia de cadera y que era la razón por la que había acabado teniendo osteoartrosis en la cadera derecha. También otra consecuencia de la falta de estabilidad de la cadera era el dolor lumbar.
Aquel día conduciendo de vuelta a casa, no paraba de pensar en lo que exactamente es una displasia de cadera y su operación. De repente, tenía la respuesta a todos aquellos años sufriendo dolor, pero también muchas otras preguntas. Comprobé el diagnóstico de mi displasia de cadera con otros doctores y su opinión con respecto a la artroplastia total de cadera: 4 de 5 recomendaban la operación. Además, ya no soportaba más vivir de aquella manera: sin poder andar, sin poder hacer deporte, ni reuniones sociales, ….., sin vida y con dolor constante.
Una vez me había decidido a operarme de la cadera y habiendo elegido el cirujano (recomendado por un amigo) en un hospital específico, comencé con los preparativos preoperatorios: dieta, ejercicio y pensamientos positivos. Mi entrenador personal, que me había estado ayudando con mi rehabilitación y que también había pensado que los médicos me habían diagnosticado de forma incorrecta mi problema de cadera, comenzó un programa de ejercicios tras asistir a un seminario sobre Prótesis de Cadera y Rodilla impartido por la Clínica CEMTRO de Madrid, donde tendría lugar mi operación. Empecé a cuidar mis hábitos alimentarios y poco a poco fui perdiendo peso. Sabiendo cuál era el problema y las limitaciones de mi cadera, me ayudó a practicar deportes como el ciclismo, la natación y simplemente andar. Mis músculos y mi cerebro se estaban preparando para la operación, que tendría lugar el 17 de julio de 2018.
Mi actitud positiva con respecto a la operación hizo que todo fuese mucho más fácil para todos, y especialmente para mí. El día después de la cirugía los fisioterapeutas apenas podían creer que pudiese realizar los ejercicios de rehabilitación con tanta facilidad y al segundo día, yo ya caminaba con una sola muleta (ver el video de mi cuenta de IG). Lo que más me sorprendió de la operación era que el dolor había desaparecido. Tantos años con dolor constante y ahora de repente había desaparecido. Me sentía tan feliz que no podía entender por qué no me había operado antes.
Durante mi recuperación, volví a retomar una afición olvidada: el dibujo. Necesitaba plasmar la felicidad que sentía y quería agradecérselo a mi cirujano. Fue cuando dibujé el árbol floreciente: mi punto de vista particular del Símbolo de la Ortopedia y Traumatología; un árbol, cuyo tronco es un fémur sujeto por una prótesis de cadera.
Ahora, 2 años después de mi artroplastia de cadera, comienzo a tener el mismo problema en mi cadera izquierda. Así que, pedí cita en la clínica donde me había operado, aunque lamentablemente, no pudo atenderme mi cirujano, pues por desgracia había fallecido debido a un cáncer en marzo de este año 2020 (D.E.P.). El día de la cita fue el 9 de julio y me atendió un compañero del mismo equipo que mi cirujano. Tras realizarme una radiografía para ver cómo estaban mis caderas, me confirmó lo que ya me temía: tengo más artrosis en la cadera. De ahí, que tenga más dolor y mi movilidad se esté reduciendo. Mientras me preguntaba cuándo quería que me operase, mis pensamientos se evadieron ante la realidad que se me presentaba. ¿Pasar por otra operación? ¿No hay otra alternativa? ¿otra vez estar de baja durante unos meses? En ese momento, mis ojos se posaron en una pared de aquella consulta donde colgaba un cuadro que me resultaba familiar: mi dibujo del árbol floreciente. Allí tenía la respuesta: tenía que operarme para florecer de nuevo.
Salí de la consulta decidida a operarme, aunque todavía no con respecto a la fecha, así que, no acordé ningún día para la operación con el doctor. Seguramente en septiembre, que tengo la siguiente cita, ya definamos la fecha para mi próxima operación.